jueves, 20 de noviembre de 2014
Temí perder los ojos de altura, si miraba los objetos con los ojos del cuerpo, y si me servía de mis sentidos para tocarlos y conocerlos. Me convencí de que debía recurrir a la razón, y buscar en ella la verdad de todas las cosas.” 

Uso este fragmento de Platón como epígrafe del libro, este pequeño texto del diálogo el Fedón daría inicio en la historia de la filosofía, a través de algunos intérpretes, a lo que se conoce como la doctrina de la segunda navegación. Para intérpretes antiguos, en dicha doctrina, Platón afirma que la realidad material no puede ser el fundamento del conocimiento, ni siquiera sería conocimiento, pues todo lo que vemos es la simple copia de otro mundo, un mundo trascendente, separado de las impurezas del mundo físico. Un mundo que es verdadero y al que sólo se puede acceder por medio de la razón.

Los peligros de dicha interpretación son muchos, pues no faltaron filósofos y religiones que apostaron (y apuestan aún en nuestros días) por encontrar ese otro mundo bajo la promesa de evitar la contingencia de nuestra realidad. De esta manera, con la razón como única guía, se negó el cuerpo, se negaron las pasiones, se negaron los sentimientos y se satanizó todo aquello que no pareciera espiritual (racional). 

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